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El guardían del Bosque de los Cedros

Algunos de los personajes de los mitos griegos nos recuerdan una figura bien conocida de la tradición sumerio/acadia: el gigante Humbaba, guardían del Bosque de los Cedros en cuya montaña habitaban los dioses. En el Poema de Gilgamesh se dice que su boca era de fuego, su aliento la misma muerte, su grito como un diluvio, que oía en seiscientos kilómetros a la redonda cualquier sonido del bosque y tenía un rostro terrible y monstruoso (J. Bottéro, La epopeya de Gilgamesh. El gran hombre que no quería morir, Madrid, 1998: 104 ss). Se trata de la encarnación de una fuerza primordial de la naturaleza, imponente y agresiva, cuya misión es proteger los árboles sagrados por mandato del propio Enlil. Se decía que no había tenido padre ni madre y que había nacido en la montaña engendrado en un tiempo inmemorial por Utu, el Sol. En otra versión del poema, el propio Humbaba dice haber nacido en una cueva en la montaña, lo que (cueva, montaña, árbol/bosque de cedros) evoca las tradiciones chamánicas sobre el axis mundi.

Se le reprensentaba con cara de león, dientes de dragón, gruesa melena y enormes pies y estaba formado por innumerables surcos, circunvalaciones al estilo del los pliegues del cerebro o los intestinos. A su boca de fuego, su voz de trueno y su aliento destructivo se añade la capacidad de petrificar con su sola visión. Su cara se transforma en una espantosa máscara cuando observa a Gilgamesh abatiendo los cedros. Máscara, distorsionada y horrible, que era muy conocida ya que se reproducía en amuletos y en la que algunos han visto un antecedente e incluso un modelo de la cabeza clásica de Medusa (E. Cassin, La Splendeur divine, Introduction a l'etude de la mentalite mesopotamienne, Paris, 1968: 55, n. 8) un ser igualmente petrificante.

Según el profesor Lara Peinado ("Poema de Gilgamesh: un viaje fallido a la inmortalidad", Antiqua. Jornadas sobre la Antigüedad, 2009, pp. 9 y 11): "Con Humbaba nos hallamos ante la figura simbólica y universal del dragón, animal fabuloso que se encuentra en la mayoría de los mitos y leyendas del mundo. Tal ser, Humbaba, es en el Poema la tipificación animal por excelencia, la más pura idea del adversario, en el mismo concepto que luego atribuiría la civilización cristiana al diablo. En el Poema, Humbaba aparece casi deificado, encargado por los dioses de guardar la morada sagrada de los mismos, idea que cuadra con una de las funciones simbólicas de los dragones: la vigilancia. Gilgamesh y Enkidu, al igual que tiempo después Apolo, Cadmo, Perseo y Sigfrido, sin olvidar a San Jorge y a San Miguel, vencen al dragón, logran domeñar a una fuerza del mal...

En un momento determinado Gilgamesh concibe una serie de proyectos destinados a ganar inmensa gloria y hacer inmortal su nombre y el de su amigo. Logra convencer a Enkidu y así ambos héroes se aprestan a efectuar un largo y peligroso viaje, que contendrá -como todos los viajes heroicos- el sentido de la derrota del Mal, encarnado en el monstruo Humbaba, terrible dragón, según se dijo, al que sólo se le podría hacer frente gracias a poderes mágicos o a la protección de los dioses.
Todos estos requisitos se dan en el episodio del Bosque de los Cedros, verdadera pieza maestra de “violencia sagrada”. Dicha aventura equivalía explícitamente al intento de apoderarse de la inmortalidad. El Bosque era el País de la Vida, la tierra de los dioses inmortales, su escondida morada, plena de símbolos riquísimos para la mentalidad primitiva."

También en el Jardín de las Hespérides, según los mitos griegos, un dragón, como encarnación del centinela o guardían arquetípico, guardaba el mágico árbol de frutos dorados, al igual que un otro dragón guardaba el Vellocino de Oro. Las Hespérides, que significan «las Vespertinas» o «Las Occidentales», eran hijas de la Noche o de Héspero, según las versiones, y tenían a su cargo el cuidado del famoso jardín. Según otros testimonios las Hespérides, unos seres que destacan por su voz, al igual que las sirenas y que cambiaban de forma enloqueciendo a quienes las veían, custodiaban un jardín maravilloso lleno de fuentes de ambrosía, consagrado a Hera porque la diosa había plantado allí las manzanas doradas que recibió de Gea como regalo de bodas. Se trata, que duda cabe, del jardín paradisiaco y los alimentos (se decía que las propias manzanas podían tornar inmortal al que las comiera) que confieren la inmortalidad, un lugar, junto al que se encontraban también las Gorgonas, al tiempo celeste y subterráneo, un punto de conjunción de los extremos del universo (M. Aguirre Castro, "Ambigüedad y otros caracteres en las divinidades remotas de la épica arcaica", Cuadernos de Filología Clásica, 6, 1996, pp. 153 ss).

En muchos mitos y leyendas de diferentes culturas, la montaña sagrada alberga en su cumbre un espacio propicio para la estancia de los dioses mientras que a sus pies se abre el oscuro mundo subterráneo poblado por seres monstruosos. Ya que el monstruoso Humbaba había sido engendrado en la Montaña, morada de los dioses, por el Sol, cabría preguntarse que clase de criatura era. Al parecer, su esencia era divina motivo por el cual ni los propios dioses podían hacerle frente. Pero un nacimiento en un montaña como consecuencia de la acción del sol recuerda de cerca la génesis de algún tipo de planta o tal vez un hongo. Sobre todo si consideramos que haber sido engendrado en una cueva le acerca mucho a los seres del inframundo y que los hongos son, seguramente, ya que crecen bajo tierra, los más característicos de estos seres.

¿Poseía originariamente Humbaba una identidad botánica semejante?. De hecho habitaba en un bosque de árboles sagrados a los que protegía, pero el mismo no era uno de ellos. ¿Por qué eran sagrados los árboles?. En el Libro de los Salmos (80, 10) aún se los denomina "divinos cedros" o "cedros de un dios". La palabra "cedro" proviene del latín cedrus que a su vez procede del griego kedros, con la que se denominaba también al enebro. Resulta interesante saber que el aceite destilado de algunos tipos de cedros y de los enebros contiene una esencia muy similar al thujol o tanacetol con propiedades estimulantes y psicoactivas. Por otra parte, el denominado "cedro blanco" (juniperus oxicedrus), que es mencionado en la mayor parte de las farmacoeas mesopotámicas (Contenau, 1939: 12), contiene en su esencia o aceite los mismos principios básicos. Este tipo de árboles ha sido utilizado por la sibila Dainyal de las tribus del Hindo Kush que inhalaba el humo desprendido al quemar algunas de su ramas, como recoge Frazer, asi como por los chamanes turcos, los mongoles Buriat o los druidas celtas (Godbey, 1930: 234 ss). Así que no sería extraño considerar que su protector fuera otra especia botánica de similares o más potentes carácterísticas.

El aceite esencial de los cedros del Libáno era uno de los ingredientes fundamentales en las técnicas de momificación egipcias. Y en dosis elevadas resulta neurotóxico. “The Cedar of Lebanon is cited numerous times in religion and mythology. In addition to its significant role in the Epic of Gilgamesh, the Cedar of Lebanon is regarded as a world tree in several mythological passages” (R. Masri, "The Cedar of Lebanon: Culture, History, and Ecology", The Cedars of Lebanon: Significance, Awareness and Management of the Cedrus Libani in Lebanon). Según la mitología sumeria, Inanna, que en los himnos procedentes de Nipur es llamada “Señora del EDIN”, adquiere el conocimiento después de comer de uno de esos cedros. Así que los cedros que guardaba Humbaba son también el Arbol del Conocimiento.


En la versión sumeria del poema, Gilgamesh goza de la ayuda que le proporciona Utu en forma de "los Siete que brillan en el Cielo", lo que indica su naturaleza estelar, encargados de guiarle en su viaje. Se trata, en definitiva de las Pléyades que han de orientarle hasta alcanzar el Bosque de los Cedros, cuya localización resulta insegura, (T. BILIC, "A Note on the Celestial Orientation: Was Gilgamesh guided to the Cedar Forest by the Pleyades?"; VAMZ, 3. s, XL, 2007, pp. 11-14), aunque suele asumirse de forma generalizada que se encontraba en las montañas del Líbano.

Después de atravesar siete montañas Gilgamesh y su compañero Enkidu llegan por fín al Bosque de los Cedros (que unos sitúan en el Norte y otros en el Este, mientras que en la versión A del poema se menciona Arata, que apunta hacia el Este pero con un fuerte contenido mítico similar al de Dilmún, lugar en que se localiza el paraiso sumerio), donde derrotan a Humbaba, cortándole la cabeza, que guardan en un bolsa de cuero. No obstante, si era un gigante ¿no sería su cabeza también gigantesca así como el recipiente destinado a contenerla?. Nada de esto se deduce del texto, por lo que cabe abrigar la sospecha de que su tamaño gigantesco no sea más que una metáfora, así como sus terribles poderes, de su verdadero poder y naturaleza. También en la versión sumeria del poema Gilgamesh y Enkidu quedán paralizados e inscoscientes por el efecto que les provoca el aura de Humbaba, lo que recuerda un tanto la capacidad de petrificar de la famosa Gorgona a aquellos que la miraran directamente. Al igual que la Gorgona "perdió la cabeza" a manos de Perseo, también la perderá Humbaba. ¿Se trata pues de otro episodio de recolección ritual de un hongo enteógeno?.

En una plegaria hitita Humbaba es representado como un pájaro, lo que no cuadra mucho con su caracterización como gigante. Pero sabemos que los pájaros eran vistos por las gentes de muchas culturas preurbanas como manifestaciones chamánicas. Y Humbaba, según el mito, pertenece a los tiempos anteriores a la civilización. Por otra parte, de acuerdo con J. Derakhshani ("Die Arier in den nahöstlichen Quellen des 3. und 2. Jahrtausends V. Chr.", Iran and the Caucasus, 2, 1, 1983, pp. 24-37) el nombre de Humbaba procedería de *hauma-pâna-, el protector de la planta del Haoma, el equivalente iranio al Soma védico.

En definitiva, el mostruoso protector de un bosque de árboles sagrados de mágicas propiedades muere tras perder la cabeza como Tifón, otro gigante, o la gorgona Medusa. ¿Oculta, en realidad, la existencia originaria de un hongo enteógeno u otro tipo de planta psicoactiva que crecía en el bosque, como manaba la ambrosía en el Jardín de las Hespérides? Al fín y al cabo, Gilgamesh fue en su busca para realizar una proeza sobrehumana que lo equiparara a un dios. Pero claro, esto ya no responde, de verificarse la hipótesis, a un patrón común indoeuropeo, o sí, de aceptar la identificación de su nombre que propone Derakhshani, si bien los dioses del Próximo Oriente también bebían un "Vino de la vida Eterna", que les era proporcionado por Siduri-Sabitu, diosa-serpiente de la Vida y la Sabiduría, aquella que recibió a Gilgamesh en el Jardín de los Dioses.

5 comentarios:

Xochi dijo...

muy buen dato éste, me aclara unas dudas de q los celtas los duidas usaban o, mejor dicho, veneraban el roble y el muérdago, quizá son parecidos al cedro de leves efectos pero efectos al sí.

Rafael Pardo dijo...

Que buen articulo me gusto humbaba el guardian de el bosque de los cedros y la forma como lo describen.

un saludo.

Carlos G. Wagner dijo...

Muchas gracias, Rafael.

Saludos

davantlag dijo...

Estupendo artículo. Es increíble la enorme fuerza del río de la mitología y de las religiones sucesivamente, que nos une a nuestras raíces indoeuropeas.

Carlos G. Wagner dijo...

Gracias




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